Para Abraham, (por ese hervor fértil y la belleza del cuarto de siglo):
Despierta, amor, que hoy es el día:
se anuncia la luz con el olor del monte.
vastas selvas, fuegos eternos se originan.
amanece el día de hoy
soñando el alba y cantando brisas:
el espacio mismo es festivo
a ocasión de la pureza de tus ojos.
eres hoy, mi bien, alma, origen, mi paraíso dorado.
sabes bien llamar las aves y desplegar los cantos,
pintas, con tus manos, de azul los horizontes.
eres la luz que dicta los ritmos de la risa,
la vida de la flor, del árbol, del fruto:
tu voz es sombra fresca al mediodía.
y así, entonces, llegue el elogio a la fuente misma,
al elegirte para ser quien traiga el sol por estas tierras,
quien dé color y gracia a las primaveras mías,
quien inunde de dicha la sencillez de la vida.
hombre fuerte, mágico sendero luminoso,
río caudaloso poblado de luciérnagas:
hoy mi risa te la ofrendo a ti,
a la claridad con que se expresan tus ojos
a tu paciente, fiero, libre y cálido amor
a tu corazón tan bello, campo eterno de esperanza.
Ella, la que te ama: María Fernanda.