miércoles, 9 de diciembre de 2009

No se necesita mucho para un andar contento :)

Hoy descubrí (mejor dicho, acepté) que tengo una terrible intolerancia a la frustración... Ya lo había sospechado...
Al final de cuentas el año se me fue de agua y lloros, y ni me dí cuenta de que cada vez está más cerca la fecha de vencimiento.

Y estos días he andado pensando en eso de la falta de interés, la falta de conciencia entre los que se dicen ser "humanos", como decía Einstein, cada vez sabemos más, pero comprendemos menos...
¿Por qué si somos tan parecidos a los animales, y es básicamente el cerebro y el lenguaje lo que nos diferencía, no puede ser esto mismo lo que nos acerque a esa manera tan respetuosa que tienen ellos de vivir sin malvivirse?

Pues es que creo que el defecto de eso tan especial que tenemos es el egoísmo, que nos hace ser crueles con todo lo que tenemos al rededor. A lo mejor es inconsciente, como por ejemplo el hecho de que cada vez nos hacemos más fríos, más indiferentes, si vemos en la calle un perrito muerto o un niño con la mano tendida en medio de una jauría de carros que igual podrían asesinarlo y seguir su camino como si nada hubiera pasado.

A lo mejor (espero que no), es sólo una manera de hacerse una coraza para no salir lastimado, para no sufrir las inmundicias de esta vida REAL como si fueran de uno, para no ser el reflejo de eso que existe y daña, porque igual podríamos ser nosotros, -que ahora tenemos todo (o por lo menos no nos falta nada) y andamos por ahí comentando los resultados del fin de semana futbolero, la nueva pasarela de moda, o el nuevo auto convertible que salió al mercado (pero sin la posibilidad inmediata de adquirirlo)- podríamos ser nosotros uno de aquellos millones de niños que se mueren desnutridos mil veces al año, ya sin mencionar si están a la vuelta de la esquina o del otro lado del mundo, y salen en cifras muy rojitas en las gráficas y reportes tan formales de la ONU, junto a la novedad - y ni tan novedosa-, de que vivimos en una sociedad que cada vez tiene más niños obesos. 

A lo mejor esa insensibilidad autocreada se ha vuelto un reflejo automático de la nuestra cotidianeidad, algo que se vuelve, con el paso de los días, ineludible, pero a la vez algo, de lo que sabemos pero no damos reconocimiento, nos mata.

Sí, creo que es algo así, que nuestro cerebro, tan finamente inteligente y capaz de los reflejos y pensamientos más concretos y abstractos -y lo repito con corbata, como siempre lo ponen los investigadores y superioristas-, pone en marcha este sistema de autoprotección cuando nos encontramos frente a situaciones que representan un peligro para la integridad psíquica de uno. Y ya decía yo que somos como pequeños computadores, pero anti-apoptóticos, porque el suicidio siempre ha sido cosa del demonio, como dicen los padres y las abuelitas. Creo que estos comportamientos, inconscientes (y más que una explicación esto parece un pretexto para seguir en la comodidad de nuestra indiferencia), son un medio de auto-defensa.

Sin embargo yo veo que nos han ido carcomiendo el alma, ese sentido de humanidad, esa capacidad de sentir propio el sentir ajeno. Creo que si nos abriéramos un poco a esta posibilidad de observar y sentir (ya sin mencionar tanto el pensar, pero sin obviar tampoco su obvia importancia), podríamos comprender mucho más de los males que aquejan a esta sociedad y hacen cánceres de nosotros.

Esa capacidad de poder ponerse del lado del otro, y traer su sentir dentro, como si fuera uno quien lo está viviendo, para así poder entender qué estamos haciendo mal, para hacer conscientes nuestros errores y ver qué es lo que podemos, individual(y con esto colectiva)mente llevar un andar pulcro, que se refleje en nuestra gran e inteligente sociedad de seres pensantes y desarrollados.

Haría falta engendrar un poquito de conciencia al asunto.


Y es que yo no quiero andar por ahí, diciendome humana y presumiendo mi supuesto intelecto o el famoso puto desarrollo del que últimamente se habla mucho (y que nomás es un slogan que vende muchos falsoscielos pero nos lleva cuesta abajo), si es que ando por ahí tragándome lo que pasa sin mostrar síntomas de indigestión ante escenas de sufrimiento, violencia, humillación, indiferencia, como hacen muchos.

                              Yo no puedo.

No puedo ver esas cosas sin que mi corazón siquiera se acelere, o las manos me tiemblen de coraje e impotencia, porque siento que a veces mi estar es demasiado absurdo, que no puedo hacer nada, si siento que no puedo marcar un cambio positivo en la puta sociedá, si siento que más que vivir, estoy desviviendo y el tiempo corre y la Pacha Mama está agonizando, por culpa de parásitos como yo, ya no mencionando a nadie fuera de mí. Ese sentir me asalta frecuentemente, sin embargo no me quiero pasar los días pensando que el mundo no va a cambiar, si sé que puede cambiar, aunque estoy consciente de que no sucede de un día a otro. 

Creo en la capacidad mental que posee la mujer y el hombre (ya no involucrando ahorita la palabra "humano") de poner en marcha su conciencia, y considerar el sentido de algo que cercanamente podemos llamar respeto, a todo.

Creo que es necesario preocuparse y sobretodo ocuparse, y comenzar dejando a un lado un poco el instinto, y ese reflejo de auto-protección y automatismo, considerar un cambio en la manera de accionar, creo que somos capaces de crear y no ser impasibles durante el paso de los días (que estúpidamente creemos eternos), y no dejar que pasen años y años viviendo ignorantes de nuestra condición humana y finita sin ser capaces de acabar con la lacra de pensamientos, palabras, sentimientos y acciones que hacen que nos estemos pudriendo como seres individuales y colectivos.

Yo pienso andar por aquí, por allá, pero siempre con el amor como bandera.



A mis hermanos (y no hermanos), de lucha, de sangre, de corazón...

Una cordial y atenta invitación al amor y a la conciencia.

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Dice un pajarito...

se ägradece cön el tambor deL corazón, con puro amör : .